Los besos boca a boca no son culturalmente universales, pero sí están generalizados y pueden desempeñar un papel funcional en la evaluación de la salud de la pareja y en el mantenimiento de vínculos conyugales a largo plazo. Por eso son más frecuentes en entornos y parejas empobrecidas. A falta de pan, zalamerías y arrumacos. “Las personas besan más a su pareja en países donde es probable que la competencia por los recursos sea más intensa, lo que puede desempeñar un papel importante en la estabilidad matrimonial a largo plazo en entornos hostiles”: ¡mi alimento eres tú, cariño!
Es la principal conclusión de una encuesta internética con 3.109 participantes de trece países dirigida por Christopher D. Watkins, de la Universidad escocesa de Abertay, y publicada el mes pasado en Scientific Reports. “La relación entre la desigualdad de ingresos y la frecuencia de besos fue cinco veces mayor que entre la desigualdad de ingresos y la frecuencia de abrazos y sexo”.
Como explica Ross Pomeroy en RealClearScience, es una nueva casualidad estadística, una correlación espuria. “En el estudio, los investigadores analizaron una serie de hipótesis, entre ellas que la salud, la prevalencia de patógenos, se correlacionaría con la frecuencia de los besos, pero al no encontrar resultados significativos parece que se decantaron por esa otra asociación estadística”.
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